martes, 6 de diciembre de 2011

Descubrimiento





Textos e imágenes de (Movifoto S.A., 1968)

Isabel La Católica y Fernando El Católico reyes de España, fueron factor decisivo para el descubrimiento de América. Cristóbal Colón descubridor del Nuevo Mundo. Rechazados sus servicios por los reyes de Portugal, insistió por seis años ante la corona española, hasta que obtuvo de Isabel La Católica, el patrocinio para la empresa que dio por resultado el descubrimiento del Nuevo Mundo, hazaña que figura  entre las más grandiosas de la historia de la humanidad.

Las dos carabelas proporcionadas a Colón fueron La Niña y La Pinta. Colón fletó además una carabela llamada La Santa María como buque insignia de su expedición. El 11 de octubre de 1492 desde la Pinta y en el mástil Rodrigo de Triana escrutaba el horizonte. De improviso, deslumbrante por la luz de la luna, refulgió una superficie blanquísima, horas después divisó al fondo una faja oscura; la carabela continuo ganando terreno: Algo brillante de nuevo surgía inequívoco a sus ojos: Tierra. Desde el puesto de vigía Rodrigo de Triana clamaba a todo pulmón: ¡Tierra! Del castillo de proa vociferaron e hicieron fuego. El barco almirante pasó como una exhalación. Colón se agitaba y temblaba como un niño.

El viernes 12 de octubre de 1492, poco después de salir el sol. Tomó solemne posesión de la desconocida tierra que acababa de descubrir. Colón saltó a tierra y arrodillándose besó el suelo, alabó a Dios “con ardientes lágrimas” y bautizó la isla con el nombre de San Salvador. Entonaron la Salve Regina, ante la atónita curiosidad de los indígenas que desde la mañana habían estado observando los grandes barcos como si fueran monstruos marinos, mirando los cristianos, espantados de sus barbas, blancura y de sus vestidos. Colón los obsequio con gorras rojas y cuentas de vidrio y quedaron completamente maravillados ante esos nuevos dioses, jamás presentidos ni soñados. Dioses que trajeron muerte y destrucción.





EL CACIQUE TONÉ

En 1557 salió de Anserma Gómez Fernández en busca del Cacique catío Toné, “bárbaro, duro, gallardo mozo, bien dispuesto, de fuerzas monstruosas y atrevido, en quien nunca hubo descuido para defenderse de sus contrarios”. Toné visitó las tribus vecinas reanimándolas para continuar la resistencia contra el invasor. Levantaron una nueva fortaleza en Nogabarco. Gastaron 39 días los indígenas para construir su baluarte. Allí esperaron el ataque en heroica resistencia; al darse cuenta los castellanos que sólo el fuego sería arma eficaz para desalojar a los valientes indígenas, formaron grandes montones de leña alrededor de la fortaleza y prendieron fuego. Los indígenas desesperados, al salir precipitadamente eran rematados en pavorosa carnicería por los soldados con armas blancas y arcabuces. En este asedio a Nogabarco perecieron multitud de indígenas y, entre ellos, el valeroso Cacique Toné.

Foto: Mónica López


MAITAMÁ

En pos de la conquista de las tierras de la banda oriental del Cauca, Robledo encontró cerca al pueblo de Irra, manera de cruzar el río. Una vez llegado el conquistador a la otra orilla, se alió con los indígenas Carrapa y presento combate a los Picara, Paucará y Pozo, derrotando a los Caciques Tirtirama y Pimiraque, quienes enviaron presentes a Robledo. Siguió éste a Paucará, donde hizo alianza con el Cacique Pimaná. Prosiguió hacia la región de Arma, en los dominios del Cacique Maitamá, Jefe de la tribu de los Cuy-Cuy. Los indígenas salieron en son de guerra contra el invasor; ataviados de pies a cabeza con cascos, diademas, narigueras, collares y petos de oro; llevaban banderas de tela de algodón adornadas con dijes del mismo metal. La resistencia de Maitamá fue tan tenaz, que Robledo tuvo que servirse de una treta indigna, atrayéndolos con halagos para luego ejecutar en ellos tremenda carnicería, aplicándoles un cruel castigo acostumbrado en España desde antiguo: Cortándoles narices, orejas y manos y devolviéndoles así mutilados a sus pueblos para que escarmentaran.




TUNDAMA O DUITAMA

Este valeroso jefe indígena, aliado al cacique Icabero y al frente de más de nueve mil indios de las regiones de Suatá, Ocavita, Onzaga, Sátiva, Chitagoto, Susa, Cerinza, Tutazá, Subachoque y Corrales de Bonza, prepararon la resistencia al avance de los conquistadores, pero fueron derrotados. Tiempo después de haber sido fundada Tunja continuaba este guerrero  alarmando toda la región por lo que tuvo Suárez Rendón que resolverse a atacarlo en la isla de la laguna de Bonza donde se había fortificado, Invencible en los combates e insensible a los halagos de los jefes españoles, mantuvo en jaque toda la región dominada por él. Abandonado finalmente por sus compañeros tuvo que plegarse a pagar tributo requerido y por haber dado con toda entereza respuesta negativa a una exigencia de oro que le hiciera Don Baltazar Maldonado, fue villanamente asesinado por éste de un mazazo en la cabeza.

                
   QUEMUENCHATOCHA

El 2 de agosto de 1537, cuando Quesada y sus hombres estuvieron cerca de Hunza, donde dos años después fundarían la ciudad de Tunja, residencia del Zaque Quemuenchatocha, éste les envió presentes solicitándoles no llegaran a su cercado hasta el día siguiente. Quesada no obstante entró en son de guerra con sus hombres al cercado de Quemuenchatocha quien permaneció sentado en suma dignidad y gravedad. Durante el saqueo del palacio o cercado fue tan grande la cantidad de oro y mantas de algodón encontradas a este soberano, que el montón recogido en el patio no permitía ver un caballo y su jinete de un lado al otro. Hostigado el Zaque por los invasores sólo rompió su silencio para decirles: “Mi cuerpo está en vuestras manos, disponed de él a vuestro antojo, pero en mi voluntad mando yo”. El oro recogido por los españoles fue muy abundante, así como ricas esmeraldas.





   RIQUEZA DE NUESTRA ORFEBRERÍA





De la incalculable riqueza de la orfebrería prehistórica colombiana y del número de las piezas fabricadas por los artífices indígenas, nos da una clara idea el análisis siguiente: El museo del oro, en Bogotá fundado por el Banco de la República, constituye una de las más ricas y extraordinarias colecciones de piezas de orfebrería prehistórica del mundo. En los museos de Londres, Chicago, Washington y Berlín hay abundancia de admirables piezas auríferas trabajadas por nuestras tribus indígenas; en el Museo de América de Madrid reposa el maravilloso “tesoro de los quimbayas”, regalo del gobierno colombiano al de España. Agréguese a lo anterior la sed insaciable de oro de los conquistadores que saquearon a diestra y siniestra tumbas y santuarios indígenas, para sustraer los objetos de oro que en ellas encontraban y fundirlos luego, haciendo caso omiso del valor artístico y científico de los mismos. Esta labor destructora de los conquistadores ha continuado, aunque en menor escala, por los incontables “guaqueros” de todas las épocas, cuyo procedimiento es similar al de los conquistadores, respecto a la ninguna estimación que hacen del valor artístico de los objetos encontrados. Finalmente, piénsese en las innumerables colecciones particulares de orfebrería prehistórica colombiana y se tendrá una clara visión de la riqueza, abundancia y variedad de nuestra orfebrería, que hace acreedora a Colombia al titulo del País del Dorado, con que ha sido conocido desde el siglo XVI. 

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